sábado, 16 de enero de 2016

Los días por vivir...

Y hay días buenos, malos, entendiblemente jodidos y complicados, y algunos que son como páramos en medio de tanta locura. Como una gran montaña rusa. Como una canción maldita, que cuesta descifrar y hasta a veces escribir. Se juntan el aceite y el agua, y tal vez con un fósforo creamos pólvora y explota todo. Inexplicable. Y ese pequeño big bang es nada más y nada menos que eso: un gran big bang, donde termina y empieza todo. Repartir y dar de nuevo. Acomodar las cargas. Exigirle al paso que no sea en vano. Y, perdido, aturdido y con desasosiego, pasamos a tener una lucidez obligatoria porque no estamos solos en el mundo, y debemos seguir adelante. Los ríos indefectiblemente tratan de llegar al mar, algunos lo intentan, otros solo llegan a ríos más grandes y esos sí llegan al mar. Los más grandes, extensos y con más fuerzas. Pero para llegar al mar hace falta recorrer muchos kilómetros. Hacerse profundo. Llenarse de vida. Porque un río sin vida (sin peces, sin vegetación, sin piedras), no tiene sentido alguno. Y esas vidas son las que alimentan su propia vida. Y tal vez eso nos pasa a nosotros. Necesitamos llegar a ese mar que soñamos. Llenarnos de vida. Sentir que vale la pena. O al menos morir en el intento, que no es poco. Entonces tendremos días por delante. Los días por vivir, cantaba Juan Carlos Baglietto, desde la pluma de Fabián Gallardo. Algunos buenos, otros malos. Pero hay que vivirlos. Como si tuviésemos una razón. Como si intentásemos llegar al mar. No estamos solos. NO estamos solos...

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