viernes, 22 de julio de 2011

Tocar fondo

El tipo se despertó, como cualquier otro día de su vida. La clásica rutina del despertador, el espejo del baño, sacar el auto de la cochera, irse...Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que se le pasó por la cabeza salir de su casa, poner primera, y al llegar a la esquina, en vez de seguir derecho doblar, agarrar la ruta y seguir hasta donde decida el destino. Pero éso era solamente eso, un ardid para mantener la cabeza alerta ("mirá que si me canso me voy a la mierda..."). Y esa mañana era distinta. No como para doblar en la esquina, pero sí como para cambiar de rumbo. Dejar el pucho, empezar el gym, acostarse temprano, leer a Murakami,escuchar Bach...O escarbar hasta encontrar donde parar.
Y se dio cuenta que estaba en el fondo. No por lo malo de la situación, sino por la soledad circundante. Solo, en medio de una multitud. Solo, buscando más soledad que en la soledad misma. Y es que esto no era de ahora. Se transformó, años atrás, en una rueda, en un círculo, en un ir y venir por los mismos caminos, las mismas sendas, los mismos cuerpos, la misma piel. Y no hay cosa peor que reincidir en ser uno mismo siempre.
Y esa mañana llegó al trabajo, y como de costumbre saludó al guardia del edificio, prendió la máquina de café, prendió la compu, la estufa y se sentó en el escritorio a esperar...Y nada cambiaba, nadie golpeaba la puerta de su oficina trayendo la solución. Ni tampoco sonó el celular anunciando nada. "Ésto depende de vos, loco". Y así fué. Tenía que ser de esa manera. Decidir, de una vez por todas, que caminos cortar, que puertas cerrar, que gente echar. Echar de su vida, de sus recuerdos, de su pasado, para poder vivir el presente. Cerrar la puerta de lo que pudo ser y no fué, cerrar esas puertas que invitan a no volver nunca al presente. Olvidarse de los caminos que podría haber andado, y que no.
Y no estaba tan mal. Un poco triste, por lo pasado, por lo vivido, por lo que tenía que olvidar. Pero el café tuvo un gusto distinto, y Herbie sonó mejor que otras mañanas, y el sol que entró por la ventana pareció un abrazo de bienvenida...Alguna vez publicaría sus planteos, pero daba para otra mañana...
El tipo se despertó, como cualquier otro día de su vida. Sólo que esta vez, al llegar a la esquina, no tuvo que pensar en doblar...

martes, 12 de julio de 2011

Córdoba

No soy de aquí, ni soy de allá...cantaba Cabral hace ya varios años. Y ese no ser de ningún lado y a la vez sentirse parte de todos los lugares donde pasamos me crea toda una cuestión de identificación errática. Porque, en el fondo, siempre anhelamos el lugar donde no estamos, por definición.
Y es que en Córdoba fui feliz. Terriblemente feliz. Salvajemente feliz. Y lo soy en San Juan. Pero vamos por parte...
Córdoba es una gran ciudad con un río a 10 minutos. Se mezcla la vorágine del reloj adelantado 10 minutos con el chiste fácil del tachero y las mujeres más lindas de la tierra. Y es un anecdotario permanente, porque alguien que vivió alguna vez en córdoba no puede no tener una anécdota para contar. Y más si te pasaste 10 años tocando en cuanto bar, fiesta o boliche que hubiese por ahí. Y si a eso le sumamos la facultad de medicina, los hospitales, el sanatorio y los amigos, chau, cartón lleno. Una vida en Córdoba. un mundo hecho a medida. Pero a veces los afectos tiran, y cómo tiran. Y volví. ¿Volví?
Y ahora resulta que por esas volteretas de la vida, me toca viajar seguido a Córdoba. Y vuelvo a encontrar los mismos lugares, otros no tan iguales. Y otros que ya no están. Lo que sigue estando es la ciudad, esa ciudad que me vió alegre, triste, desconsolado, eufórico, atormentado, pletórico...Y llegás y te sentís "en casa". Volviste. Y te metés a un bar, a lo mejor tenés la suerte de que en la radio pasen algún tema que te transporte y ¡Listo! Volviste. Y tenés los cospeles en el bolsillo, te subís al primer bondi, bajás en cañada, y te sentás al borde a nada, a ver pasar los autos, la gente, las "chichices", y no se te ocurre nada más que decir "la puta, como amo esta ciudad". Y es que vivir en un lugar te hace ser de allá o de acá. Y encontrás el amor, te dejás cuidar, te soltás y vivís. Y te vas, y cuando volvés, te das cuenta que ese se transformó en tu lugar.
La música, el arte, la gente, el campo, la idiosincracia, la ciencia. Todo en una. Y al mismo precio.
Jode estar lejos e instalado. Aunque pensándolo bien, nunca me terminé de ir.